Los géneros son construcciones sociales. Desde la infancia, en la escuelas, en nuestras casas, con juguetes y películas, nos enseñan cómo deben comportarse los varones y cómo las mujeres. Esto incluye la ropa, los gustos, las formas de vivir las emociones, las formas de relacionarnos y los roles que asumimos. Todas estas condiciones se resumen en estereotipos de género. A partir de ellos, nuestra sociedad mantiene un consenso sobre una buena y una mala forma de ser varones y mujeres.
En cuanto a los varones, se nos ha enseñado que ellos no lloran, no tienen miedo y son fuertes. Que deben tener poder económico, ser líderes y racionales. Es decir, aquellos varones que cumplen con este ideal, entran en la categoría de buen varón. Mientras que aquellos que expresan emociones, se reconocen débiles y temerosos ponen en riesgo su condición de varón masculino.
A pesar del estereotipo masculino no existe una sola forma de ser varón. Visibilizar las distintas formas de vivir, sentir y expresar la masculinidad es parte de de-construir las ideas que tenemos sobre los géneros. Exponer y asumir que ser masculino no significa ser viril, ni heterosexual, ni estar siempre dispuesto a tener sexo también nos puede ayudar a mejorar la igualdad en el acceso a los derechos sexuales y reproductivos. En Argentina durante el año 2016, se registraron sólo 97 vasectomías y 12976 ligaduras tubarias en establecimientos públicos. A pesar de que este método anticonceptivo no afecta el deseo sexual del varón, no afecta la erección ni cambia el aspecto de los genitales, el acceso a este procedimiento es mucho menor en varones que en mujeres.
El acceso a la información, a educación sexual integral y al cuidado de la salud sexual y reproductiva también está mediado por las limitaciones que generan los estereotipos de género. Romper con estas barreras y visibilizar estas brechas es parte de favorecer el ejercicio de nuestros derechos.