Soy Nadir Cardozo, Promotora de Salud de Fundación Huésped. Mañana es el Día por los Derechos de las Personas Trans, y quiero contarte mi experiencia.
Jardín, primaria y secundaria: un delantal celeste, una mochila de superhéroe, un partido de fútbol. La escolarización es un camino largo, repleto de pequeñas escenas que interpretamos con un rol debidamente asignado.
En mi jardín de infantes la salita de juegos tenía una cocina, bebotes y disfraces. Del otro lado, camiones, ladrillitos y herramientas. Como mi guardapolvo era celeste, mi lugar en la salita estaba en ese rincón.
En la primaria cada mañana saludábamos a la bandera. Desde la fila de varones quería que ese momento terminara para que volviéramos a mezclarnos. Esa no era mi fila. Tampoco esa mochila, ni ese pelo, ni esas zapatillas.
En la clase de educación física sonaba el silbato, rodaba la pelota y teníamos que correr tras ella. Mi forma de correr, de patear la pelota, de evitarla, eran motivo de burla para mis compañeros. Ellos me llamaban “mariposa” y yo moría de la vergüenza.
Así pasé de grado, pasé cumpleaños, pasé actos de fin de año disfrazada de soldado, caballero y mulato. Qué incómodo le queda el traje a quien no quiere llevarlo. Me sentía sola: nadie con quien hablar, nadie con quien compartir, mucho que entender y nadie que me pudiera explicar.
En el secundario mis compañeras empezaban a usar la ropa de moda y a pintarse las uñas. Otra vez, yo moría de vergüenza por los pelos en mis piernas, mi voz gruesa, mi primera barba. Nada de eso era mío.
Dieciséis años pasé en la escuela de mi barrio con los mismos compañeros. Ni los maestros, ni ellos, ni yo teníamos las herramientas para entender o explicar lo que me pasaba. No existía la ley de Educación Sexual Integral.
Este marzo comenzaron las clases y pienso en cada estudiante que llega al patio del recreo con ganas de empezar de nuevo. Con ganas de que quizás éste sea el año que no le hagan bullying, que no lo obliguen a jugar a la pelota o a formar en la fila de varones. Pienso en los docentes con buenas intenciones, pero pocas herramientas para tratar estos temas. Pienso que en la escuela sobran las preguntas: ¿cuánto es 2 más 2?; ¿en qué año fue la Revolución de Mayo? Pero hay una que nunca se hace: ¿cómo sentís tu género? Incluso puede ser más corta: ¿cómo te sentís? Y eso también se tiene que aprender en la escuela.
Nadir Fernanda Cardozo
Promotora de Salud Integral para la población trans
Fundación Huésped.