Desde los 16 años voy a la misma ginecóloga. La misma a la que fue mi mamá, y mi hermana. Fui a realizarme los controles de rutina, como siempre, y le pedí que incluyera el test de VIH, ya que había tenido una situación de riesgo.
Me dio positivo, y lo primero que hice fue ir a verla. Le mostré mis resultados y le pedí también hacerme el pap. Pero ella me dio excusas para no hacerlo. “Bueno, lo dejamos para la próxima, no es urgente”, me dije a mí misma. Y me fui, intentando no darle importancia.
Unos meses después, tuve que volver a su consultorio a retirar una orden. Llamé para pedir turno y al decirles mi nombre me dijeron: “A vos sólo podemos darte el último turno. Es para poder tomar las medidas de bioseguridad necesarias, ¿sabés?”.
Por mi trabajo, sólo tengo libres las mañanas. ¿Por qué no podía seguir atendiéndome como siempre, antes del mediodía? ¿Por qué me dejaban para lo último? Sentí ganas de llorar. Me estaban haciendo sentir una amenaza, alguien peligroso para otros.
Atender a una persona que vive con VIH no pone en riesgo a ningún profesional de la salud. Los cuidados que deben tener son los mismos para todos los pacientes, tengan o no VIH. En ese momento me di cuenta de lo que es el estigma y la discriminación. Es algo que te imponen los demás, una marca que llevás encima y que te impide ejercer tus derechos libremente.
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Si alguna vez te sentiste estigmatizado o discriminado, te esperamos en nuestro próximo encuentro grupal abierto el viernes 28/6 de 18 a 20 hs a Dr. Gianantonio (Ex Pje. Peluffo) 3932, CABA.
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