Los primeros casos de VIH en Argentina se conocieron en 1982 y muchos de ellos se concentraron en el Hospital Juan Fernández de la Ciudad de Buenos Aires. En ese momento, el hospital contaba sólo con dos médicos infectólogos que atendían un par de veces por semana, los insumos eran insuficientes y los tratamientos tenían un costo superior a mil dólares mensuales. A esto se sumaba un contexto de estigma y discriminación hacia quienes tenían el virus y también hacia quienes lo trataban. Los pacientes se encontraban con una realidad deficitaria y desfavorable y sin respuesta desde el Estado. Por eso, en 1989 se formó la Fundación Huésped con el objeto de darle un cauce orgánico a la voluntad de solidaridad de quienes se acercaban al Servicio de Infectología del Hospital Fernández.
Casi inmediatamente se incorporó Roberto Jáuregui, la primera persona con VIH en hacer pública su condición y una figura destacada en la respuesta a la epidemia quien trabajó incansablemente para instalar la temática. Roberto murió en 1994 y, en su honor, desde Fundación Huésped afrontamos la construcción y donación del Hospital de Día Roberto Jáuregui al Hospital Fernández donde, desde entonces, funciona la División Infectología.
Pocos años más tarde y gracias a una donación privada de familiares y amigos de Roberto Lebach, en 1997 inauguramos nuestra propia sede que nos permitió ampliar las tareas de difusión de información, educación, prevención, la prestación de servicios a las personas que viven con VIH y aumentar las actividades de investigación científica, social y de formación de recursos humanos en salud. También en esos años aparecía el Tratamiento Antirretroviral Altamente Activo (HAART por sus siglas en inglés) que cambió la historia de la epidemia a partir de medicaciones más modernas y seguras, lo que para muchos significó la diferencia entre la vida y la muerte. Con una detección temprana y un tratamiento oportuno, el VIH pasó a ser una enfermedad crónica.
Sin embargo, más de la mitad de las personas con VIH desconocía su situación en el país y más de un tercio de los nuevos diagnósticos se daban en personas con un estado avanzado de la infección, lo que disminuía la efectividad del tratamiento. Esta situación, si bien ha mejorado, sigue siendo una asignatura pendiente. La promoción del testeo (especialmente en las mujeres embarazadas para evitar la transmisión a sus bebés) pasó a ser uno de nuestros principales objetivos en las acciones de prevención y comunicación.
El trabajo con poblaciones vulnerables por condicionantes socio-económicos fue el pilar de nuestro trabajo territorial desde comienzos de 2002. Cientos de proyectos en decenas de municipios del Conurbano Bonaerense, la Ciudad de Buenos Aires y otras localidades del interior del país abordaron el VIH en el marco de los derechos sexuales y reproductivos y otras problemáticas de las poblaciones vulnerables. No es posible pensar el VIH aislado del embarazo adolescente, la violencia de género, la falta de acceso al cuidado de la salud de los jóvenes, la falta de controles de VIH a las mujeres embarazadas, entre otras realidades que aun hoy requieren de nuestros esfuerzos. El estigma y la discriminación como vehiculizadores de la epidemia nos decidieron a reforzar nuestro trabajo de promoción de derechos, incidencia política y comunicación tanto a nivel nacional como en América Latina. La dificultad en la adherencia al tratamiento, las co-infecciones, los virus de las hepatitis y otras enfermedades transmisibles y el desarrollo de tratamientos más simples y eficaces son otros aspectos que guían desde hace años nuestro trabajo de investigación e intervención.
Hoy la respuesta a la epidemia confronta nuevos desafíos: la condescendencia, el pensar que la problemática “ya fue”, y el estigma y la discriminación aun persistentes, así como las absurdas barreras para expandir el testeo y el tratamiento. Pero además queda claro que no podemos disociar (ni en las formas ni en el fondo) el VIH de temas como la salud sexual y reproductiva y de otras enfermedades.
Por eso nos proponemos para el año 2020 ser una organización líder a nivel nacional con proyección regional e internacional como referente en las áreas de salud pública desde una perspectiva de DDHH centrada en VIH/SIDA, otras enfermedades transmisibles y en salud sexual y reproductiva. Ser una organización líder en incidencia política, en investigación clínica, epidemiológica y social, en formación y transferencia tecnológica de nuestras capacidades y en difusión, siempre a través de alianzas estratégicas con la sociedad civil, el estado, el sector privado y la academia.
Nuestra meta es una sociedad equitativa, saludable y sustentable con acceso a servicios, atención y derechos humanos, donde sean garantizados los derechos a la salud en un contexto de no discriminación.