La hepatitis A es una enfermedad hepática causada por el virus de la hepatitis A. A diferencia de las hepatitis B y C, ésta no es crónica y rara vez es mortal. Sin embargo, puede causar síntomas e, inclusive, una insuficiencia hepática grave.
¿Cómo se transmite?
Se transmite principalmente por vía fecal-oral. El virus se encuentra en la materia fecal de las personas infectadas y puede pasar a los alimentos o bebidas. Por eso es posible adquirir hepatitis A al ingerir alimentos o agua contaminados con el virus. También se transmite por contacto cercano con una persona con hepatitis A, al compartir elementos de higiene, utensilios de cocina, etc. No se transmite por contacto casual.
¿Cuáles son los síntomas?
El período de incubación de la hepatitis A suele ser de 14 a 28 días. Es decir que, durante ese tiempo, es posible que los análisis no detecten la infección. Los síntomas son fiebre, náuseas, vómitos, pérdida del apetito y cansancio. También puede causar dolor o sensibilidad en el hígado, piel u ojos amarillos (ictericia), orina oscura y heces blanquecinas. No todas las personas con hepatitis A presentan todos los síntomas. De hecho, muchas personas pueden no mostrar ninguno.
¿Cómo se previene?
La hepatitis A se previene lavando y cocinando bien los alimentos; lavándose las manos; consumiendo agua potable o hervida. Es necesario vacunar a los niños a los 12 meses de vida y a quienes nacieron a partir de 2005. La vacuna también está recomendada, previa evaluación médica, para poblaciones de riesgo, como usuarios de drogas, personas en contacto con casos de hepatitis A u hombres que tienen sexo con hombres, entre otros.
¿Cómo se trata?
No existe tratamiento específico para la hepatitis A. Los síntomas desaparecen a lo largo de algunas semanas o meses. No se deben administrar antieméticos (drogas para aliviar la sensación de nauseas) ni paracetamol y, en caso que existieran vómitos o diarreas, debe considerarse la rehidratación. Si no se presenta insuficiencia hepática aguda, no es necesaria la hospitalización.