Confirman un caso de sarampión importado en Tucumán, opinión de Carla Vizzotti.
En el año 2000 Argentina registró su último caso autóctono de sarampión y, en 1998, murió la última persona por esta causa. El año pasado, la Región de las Américas se convirtió en la primera y única del mundo libre de esta enfermedad. Logro digno de orgullo, que no hemos valorado en toda su dimensión, sobre todo al compararnos con el resto del mundo, inclusive el continente europeo, que sólo en 2015 tuvo 134.200 muertes por este virus. Es decir, 367 muertes por día, 15 por hora. El virus del sarampión es muy contagioso, no tiene tratamiento y puede ser muy grave. Es una de las principales causas de muerte entre niños pequeños, principalmente de escasos recursos.
Quienes trabajamos en salud pública sabíamos que este logro corría peligro. Sobre todo en tiempos de globalización, cuándo en 12 horas podemos viajar de un continente a otro, y llevar con nosotros este virus sin saberlo. Y así fue como días atrás, en Tucumán, se confirmó un nuevo caso de sarampión importado. Y pronto, un segundo caso que había estado en contacto con el primero. Las alertas no tardaron en circular y señalaron el «riesgo de reintroducción del virus en Argentina». Se trata de los desafíos a los que se enfrenta la Salud Pública: responder en forma coordinada y oportuna ante una situación crítica. Un caso de sarampión es un brote y dispara una serie de acciones inmediatas para controlarlo que implican un enorme esfuerzo del equipo de salud y, además, recursos económicos.
A pesar de que la vacuna triple viral (que protege contra el sarampión, paperas y rubéola) es gratuita y obligatoria, muchas personas no la recibieron. Esto se debe a múltiples razones: dificultades en el acceso al sistema de salud, la inequidad que impacta principalmente en la población más vulnerable, o la falta de información sobre la importancia de vacunarse o mitos que circulan en relación con la seguridad de la vacuna. Sucede en Argentina y en el resto del mundo. Es decir, todavía hay personas que son susceptibles al virus, que pueden enfermar y transmitirlo a quienes tienen más riesgo de agravar el cuadro y fallecer, como los niños menores de 5 años, embarazadas o quienes tienen las defensas bajas.
Gracias a la vacunación, 40 años atrás logramos erradicar la viruela en el mundo. Estamos a un paso de lograr lo mismo con la polio y podríamos hacerlo con el sarampión. Para eso, es necesario el compromiso de cada persona para vacunarse, el del equipo de salud para recomendar la vacunación y el de los Estados para garantizar el acceso a la vacuna de manera universal y gratuita. Pero sobre todo, es necesario el compromiso de aquellos responsables de circular información basada en evidencia: las vacunas son seguras y eficaces.
Vacunarse es ser solidario, es un acto individual que deviene en colectivo, lo llamamos efecto rebaño, inmunidad de grupo. Consiste en que las personas vacunadas protegen a las que no lo están solo por el hecho de encontrarse inmunes a un virus o una bacteria y evitar su circulación. Protegerse para protegernos. Como un acto de responsabilidad hacia nosotros mismos y hacia el otro. Las vacunas nos permiten ser parte de solución. Ojalá que dentro de algunas décadas, cuando el sarampión esté erradicado, podamos decir, que colaboramos para lograr otro hito para la salud pública, que fuimos parte de la solución.
Carla Vizzotti
Consultora para el Análisis de Estrategias Sanitarias de Fundación Huésped.