El VIH es retrovirus, es decir, un virus compuesto de ARN en vez de ADN que para poder integrarse en las células necesita transformarse en ADN. Por eso, para tratar el VIH se usan drogas antirretrovirales, algunas de las cuales bloquean este paso. Otras drogas de las que se usan, en cambio, afectan otras partes del ciclo del virus y por eso se habla de “familia de drogas”. Es decir que para tratar al VIH se utilizan “familias de drogas”, cada una de las cuales cumplen diferentes funciones: algunas bloquean la entrada del virus a la célula; otras, la unión a la membrana; otras, la integración del VIH en el ADN; o la salida del virus de la célula. Como el VIH se multiplica muy rápidamente, se utilizan varios fármacos de diferentes familias para evitar que el virus desarrolle resistencia.
Los primeros tratamientos efectivos para el VIH, desarrollados hace 10 años, requerían 3 fármacos. Pero, en la práctica, eran más de 10 comprimidos diarios. Por eso se los conocieron como “cóctel”. También, existían limitaciones de horario y de tipo de comidas que se podía ingerir, lo que dificultaba mucho el tratamiento.
Actualmente, el desarrollo de los medicamentos avanzó en forma muy importante. Hoy se puede conseguir el mismo resultado con solo 1 o 2 pastillas al día que combinan diferentes fármacos y que tienen muy poca toxicidad.
Los tratamientos antirretrovirales bloquean la multiplicación del VIH y evitan que destruya el sistema de defensas. De esta forma, permiten que el organismo se recupere inmunológicamente y evita que aparezcan las complicaciones.
Al evaluar a una persona con VIH, el médico infectólogo analiza la carga viral, para saber qué cantidad de virus hay en el cuerpo y también mide los CD4, es decir, las células a las que afecta el VIH, para saber cómo está el sistema de defensas. Estos estudios se realizan para determinar el riesgo de que la persona tenga infecciones oportunistas y para controlar si el tratamiento es efectivo o si el virus desarrolló resistencia a la medicación antirretroviral.
Los resultados de las investigaciones demostraron que todas las personas con VIH tienen que recibir tratamiento -y no solo los que tienen las defensas bajas- principalmente por dos razones: para evitar el riesgo de presentar complicaciones y para reducir la posibilidad de transmitirlo. Lamentablemente, todavía no existe una cura para esta enfermedad, pero tomando la medicación todos los días y haciendo los controles periódicos se puede tener una expectativa de vida similar a la de una persona sin esta infección.